Hace cosa de un mes estuvimos por segunda vez en la región italiana del Tirol del Sur. Curiosamente el año pasado fuimos dos (concretamente a Ritten – Renon) y este año fuimos tres, junto con el Samuraiciño, reciente socio del club de la humanidad, esta vez a la ciudad de Brixen. Hermosa tierra, que junta lo mejor de Italia con lo mejor del mundo germánico. Encajada entre los Alpes y los Dolomitas, tiene paisajes hermosísimos y buenas pistas de esquí, para quien le guste, que aquí son muchos.
(Inciso innecesario: de postadolescente me regalaron el exitoso libro Donde el corazón te lleve, de Susanna Tamaro. Por lo visto, de todos los libros puedes tirar algo bueno, incluso de los más malos. La novela era de lo peor, pero aprendí de ella qué había un trozo de Italia que hablaba alemán, para mi sorpresa).
El Tirol es una región histórica que perteneció de siempre al Imperio Austrohúngaro, salvo pequeñas interrupciones. Tras la Primera Guerra Mundial la parte sur del Tirol fue invadida por el estado italiano, quedando el Tirol desgarrado entre dos estados, Austria e Italia, al norte y al sur del paso alpino de Brenner. En el Tirol del Sur la cultura y lengua alemana se situó en inferioridad diglósica frente a la italiana. Fijaos que es sólo desde hace un siglo, un período corto en términos de historia europea. Pero en cien años pasan muchas cosas.
Tras la ocupación italiana, se procedió a la “italianización” de la región, en lo administrativo, educativo, toponímico e incluso en lo demográfico, favoreciéndose el establecimiento de italianos de otras regiones. Se italianizaron todos los nombres de lugares en base a un libro de Ettore Tolomei, nacionalista italiano, el Prontuario dei nomi locali dell’Alto Adige. Con esta guía, escrita antes de la invasión (para que veamos que tenían las ideas claras de lo que iban a hacer) sustituyeron todos los nombres germánicos de lugares por su respectivo italianismo inventado, a veces basándose en el antiguo topónimo latino (Sterzing – Vipiteno), la mayoría de las veces de una manera burda, añadiendo una vocal al final (Meran – Merano, Bozen – Bolzano, Bruneck – Brunico), traduciendo más o menos al tuntún (Oberbozen – Soprabolzano, Klausen – Chiusa) o inventando cualquier cosa (Brixen – Bressanone, Klobenstein – Collalbo). Y comenzando polo propio nombre de la región, de Tirol del Sur (Südtirol) a Alto Adige, un nombre meramente geográfico (el Adige es un río) y que ignora deliberadamente la identidad histórica de la región. Estos neotopónimos chapuceros, inventados por Tolomei con poco rigor científico, son hoy cooficiales con los auténticos y tradicionales.
La represión se recrudeció durante el fascismo. Aparte de los lugares, el alemán se desterró de los periódicos, los oficios, la administración y los tribunales, incluso tradujeron los apellidos de la gente. Los surtiroleses fundaron las Katakombenschulen, las Escuelas de las Catacumbas, escuelas subterráneas clandestinas donde podían enseñarles a los niños su lengua madre, el alemán.
Tras el final de la II Guerra Mundial se acordó que el Tirol del Sur permaneciese en la República Italiana, pero la condición de que se respetaran los derechos de las tres comunidades lingüísticas (alemana, italiana y ladina) por igual. Se creó la nueva región autónoma de el Alto Adige-Trentino, con amplias competencias. Esto no impidió que surgiese un terrorismo (el BAS) que defendía la anexión de la provincia a Austria. El movimiento reunificador abandonó hace tiempo la lucha armada, pero hoy su sector más radical está animado por Viena, donde cogobierna la extrema derecha austríaca. A pesar de todo, el partido dominante es el Popular del Sur del Tirol, regionalista y conservador.
La provincia vive una innegable paz entre las dos grandes comunidades culturales y es puesta de ejemplo de convivencia lingüística en el exterior. Además, la economía le sonríe y se cuenta entre las regiones más ricas de Italia.
En la provincia autónoma del Tirol del Sur hablan alemán sobre los dos tercios de su medio millón de habitantes, un claro retroceso desde la ocupación italiana, pero el objetivo fascista de borrarlo del mapa quedó lejos de cumplirse. Pensad en el gallego, como aguantó cinco siglos de represión. El alemán tirolés no lleva ni 100 años de diglosia.
La enseñanza está separada por lenguas, con inmersión lingüïstica en la natural del niño (alemán, italiano o ladino, donde se habla esta última), cursándose obligatoriamente también la otra. Como resultado de esto la población es bilingüe, independientemente de su lengua habitual. Los surtiroleses cuentan con un 70% de hablantes de alemán, un 25% de italiano (casi todos en las ciudades, sobre todo en Bozen) y un 5% de ladino, en las pequeñas zonas de Gröden y Gadertal, donde la enseñanza es trilingüe. El ladino es una rama del retorrománico (pariente del que es oficial en Suíza en el cantón de Graubunden-Grisones), un dialecto muy conservador del latín. Es hablado por unos 20000 habitantes.
Toda la cartelería está en alemán e italiano y así también los documentos administrativos, turísticos, etc. Cabe decir que otra diferencia en la coexistencia lingüística de aquí con el catalán, euskera, etc., es que el alemán es una gran lengua de estado y de cultura, la primera de Europa en número de hablantes, y que Austria y Alemania hacen valer su influencia para que no sea reprimida a este lado de la frontera. Por eso nos convencieron a los gallegos que nuestra lengua no tenía naaaada que ver con el portugués. Porque solo y aislado se defiende uno peor. Pero ese debate, para otro día.
Como ya apunté, la región es hermosísima. Ciudades medievales, paisajes alpinos, paraíso de esquiadores, alpinistas, senderistas y cicloturistas, estupendas pizzas, café, pasta y vino, pero también embutidos (el Tiroler Speck, un jamón del país, es su tesoro), cerveza y carne. Buena parte de los visitantes vienen de Alemania y Austria, por lo que casi están como en la casa: habla alemana, cultura parecida, paisaje de montaña, pero ojo, con más horas de sol.






Los Kastelruther Spatzen (los Gorriones de Kastelruth, Tirol del Sur) son uno de los grupos más vendidos de lengua alemana. Hacen una mezcla comercial de música tradicional y Schlager, música ligera para oídos poco exigentes. Sin entrar en valores musicales (no son los Zeppelin, y si entendéis los textos, sabríais que tampoco son Dylan), la canción Tränen der Dolomiten (Las lágrimas de los Dolomitas) recuerda las crueles batallas en las montañas entre austríacos e italianos en la I Guerra Mundial, que acabaron con la sumisión del Tirol del Sur a Italia. Y si le quitáis el sonido, veréis una buena colección de paisajes de los Dolomitas.
Otro grupo surtirolés que canta en alemán, Frei.Wild, es de los grupos de rock con más éxito en la germanía. No los voy a poner aquí. La razón menos importante es que están ligados a movimientos identitarios y de extrema derecha. La más importante es… que son malísimos. Mejor nos quedamos con los “Gorriones”:
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